The Failures of Forensic Science

El 2 de noviembre de 2007, un brutal asesinato conmocionó a Italia. Meredith Kercher, una estudiante británica de 21 años, fue encontrada muerta con signos de violación en su habitación en la casa de Perugia donde asistía a un año Erasmus. Había recibido 46 puñaladas. Las sospechas pronto apuntaron a su compañera de piso Amanda Knox y al novio italiano de Knox, Raffaele Sollecito. El descubrimiento de rastros de ADN de Knox en un cuchillo donde también se encontró la sangre de Kercher y la detección de ADN de Sollecito en el sujetador de la víctima también fueron decisivos para ver a la pareja sentenciada a 26 y 25 años de prisión. Caso cerrado. Una vez más, la ciencia forense desempeña un papel crucial en una decisión judicial.

Brian Banks, a la derecha, celebra su exculpación gracias a las pruebas de ADN. Crédito: California Innocence Project

Sin embargo, en 2011 la pareja fue absuelta. Los expertos Stefano Conti y Carla Vecchiotti desacreditaron las pruebas principales porque la investigación de la policía científica italiana » no había seguido los protocolos internacionales para la recolección y procesamiento de muestras.»La cantidad de ADN de la víctima encontrada en el borde de la supuesta navaja del crimen era demasiado pequeña para llegar a conclusiones definitivas y el ADN de Sollecito en el sujetador, en el que también se detectaron rastros de ADN de otros, tampoco fue concluyente. Conti y Vecchiotti señalaron la posible contaminación de las pruebas. Esta resolución, que tuvo un impacto en la comunidad internacional y científica, reveló una realidad a menudo ignorada: la ciencia forense también comete errores.

Los errores en el caso Knox dieron la vuelta al mundo, pero este no es el único ejemplo. «Desafortunadamente, esto es demasiado frecuente. No son sólo esos casos los que podrían llevar a la prisión los que importan. El hecho de que una persona inocente sea investigada y llevada a una estación de policía por negligencia forense ya está haciendo las cosas mal», dice Fernando Verdú, médico forense, profesor de Medicina Legal de la Universidad de Valencia y ex presidente de la Sociedad Iberoamericana de Derecho Médico de OpenMind.

Reducir el peso de la evidencia forense

«Los científicos forenses tenemos que reconocer nuestras limitaciones, que son muchas. Debemos reducir la medicina forense al nivel que realmente debería tener y también reducir el peso que el sistema judicial le da a la prueba pericial, lo que, lamentablemente, es excesivo», dice Verdú, que también es directora del Máster en Medicina Forense de la Universidad de Valencia. Una encuesta realizada para la revista New Scientist de especialistas en análisis de ADN reveló estos dos resultados: 10 de cada 12 de estos analistas creían firmemente que la policía tenía un alto nivel de fe en los hallazgos de ADN y no entendía sus limitaciones, y 9 de cada 13 creían que lo mismo ocurría en las decisiones judiciales.

Enrique Villanueva, catedrático de Medicina Legal de la Universidad de Granada y presidente de la Comisión Nacional de Medicina Legal y Forense reconoce también el gran peso que se da a las opiniones de los expertos forenses en los juicios legales: «Resulta prácticamente imposible que prevalezca otra opinión.»Este médico forense también explica la causa: «La confianza que los jueces han depositado en los médicos forenses deriva del merecido prestigio creado a lo largo de un siglo de buen trabajo. Pero el título no garantiza la infalibilidad. El juicio del médico forense es a la evidencia lo que la notarización es a un testamento», explica Villanueva a OpenMind. Es decir, proporciona un sello de aprobación.

No confiabilidad en comparaciones visuales

A pesar de sus limitaciones y los errores legales cometidos por quienes recolectan las muestras de ADN contaminado o mal interpretado, esta técnica representó un punto de inflexión en la confiabilidad de la ciencia forense. Durante décadas, el procedimiento de los científicos forenses se basó en la comparación visual bajo el microscopio de cabello, fibras, balas, herramientas, huellas dactilares o marcas de mordeduras, buscando la similitud física con la evidencia recopilada en la escena del crimen. Esto resultó en una clara inexactitud, ya que nunca ha existido, y todavía no existe, una base de datos mundial en la que comparar este tipo de pruebas.

«Los estudios han demostrado que los expertos ni siquiera pueden decir si una marca de mordedura es humana, y mucho menos reconocer quién la dejó», dijo Alicia Carriquiry, directora del Centro de Excelencia de Ciencias Forenses de la Universidad Estatal de Iowa. Aunque en otras áreas, como las huellas o el análisis de marcas de herramientas, los emparejamientos son un poco más precisos, siguen sin estar claros.

Brian Banks, a la derecha, levantando los brazos después de su exoneración gracias a la investigación ADN. Crédito: California Innocence Project

La organización estadounidense Innocence Project fue creada precisamente para ese propósito: localizar y rectificar con pruebas de ADN aquellos errores en pruebas forenses que llevaron al encarcelamiento de personas inocentes. En dos décadas, han podido exonerar a 349 personas, de las cuales 20 fueron condenadas a muerte, y han encontrado al verdadero autor del delito en 149 casos, según la información ofrecida por esta organización en su sitio web. «Es cierto que hay muchas personas condenadas sobre la base de pruebas periciales que resultaron ser falsas. Muy pocas pruebas nos llevan a la verdad absoluta. Dudamos de los expertos menos de lo que deberíamos. El ADN ha venido a ayudar mucho, pero no lo resuelve todo», dice Villanueva.

La solución para hacerlo al revés

Además de la falta de precisión de este tipo de comparación visual ‘a ojo’—ahora caída en desuso o con el apoyo del ADN detrás de ella—algunos expertos buscan centrarse en aquellas técnicas que están generalizadas, pero no tan precisas como uno quisiera, como la distancia de los disparos, la evolución de los hematomas o el tiempo que un cuerpo ha permanecido en el agua. Una de las más debatidas es la fecha u hora de la muerte. «Es imposible darlo exactamente. Cada cadáver evoluciona a su manera, depende de muchos procesos físicos y químicos, de una miríada de factores», describe Verdú. El experto de la Universidad de Granada también recomienda precaución: «Puedo asegurarle que un moretón amarillo no es reciente, pero seré muy imprudente si digo que tiene 10 días. La fecha de la muerte siempre será aproximada, siempre con un amplio margen de error.»

Una de las soluciones propuestas por el médico forense de la Universidad de Valencia es realizar el procedimiento en sentido inverso. «Si indico que el tiempo transcurrido desde la muerte es de entre 12 y 24 horas, los investigadores se van a centrar en los sospechosos que estuvieron con la víctima durante ese período de tiempo», explica. «Sin embargo, la forma lógica de hacerlo sería la opuesta: la policía inicia las investigaciones con un rango más amplio de posibilidades y cuando tiene un sospechoso que cabe en un intervalo de tiempo, puede acudir al patólogo forense para determinar si es posible o no», concluye. El profesor Drel Dror, neurocientífico del University College de Londres, dijo que las cosas podrían mejorarse enormemente si las investigaciones, en lugar de estar dirigidas por las muestras forenses, se centraran en los sospechosos del caso.

De Beatriz Guillén para Ventana al Conocimiento

@BeaGTorres

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