Mientras que órganos como los pulmones y los riñones desempeñan un papel en la eliminación de toxinas del cuerpo, el principal órgano responsable de la desintoxicación es el hígado. Una vez que el sistema digestivo ha descompuesto los alimentos, pequeñas partículas ingresan al torrente sanguíneo y pasan a través del hígado. El hígado luego filtra la sangre, separando los nutrientes útiles de las toxinas y los productos de desecho. Los nutrientes se sintetizan en productos bioquímicos y proteínas que el cuerpo necesita para funcionar, mientras que las toxinas se convierten en bilis (que pasa al intestino delgado) o urea (que pasa a los riñones) y se expulsan del cuerpo.
La descomposición de toxinas es un proceso de dos pasos: primero, el hígado utiliza enzimas y oxígeno para hacer que las toxinas (particularmente las grasas) sean más solubles en agua y, por lo tanto, más fáciles de eliminar para el cuerpo. A continuación, las toxinas parcialmente procesadas se combinan con azufre o aminoácidos para que puedan eliminarse a través de la bilis o la orina. Si cualquiera de estos procesos está desequilibrado, puede crear una acumulación tóxica. Si las toxinas no se pueden descomponer lo suficientemente rápido en el primer paso, se recircularán a través del torrente sanguíneo hasta que el hígado tenga suficientes enzimas para descomponerlas. Por el contrario, si las toxinas se descomponen, pero el hígado no tiene suficientes aminoácidos para empaquetarlas para su expulsión, las toxinas parcialmente procesadas se acumularán en el cuerpo.
Cuando estás expuesto a una carga pesada de toxinas a través del medio ambiente o la dieta, especialmente durante un largo período de tiempo, los nutrientes necesarios para la segunda etapa pueden agotarse, lo que impide que el hígado maneje la carga.