Amado, oro para que prosperes en todas las cosas y tengas salud, así como prospera tu alma. (3 Joh 1:2)
¿Cómo prospera un alma? ¿Qué es un alma? Según la Biblia, cada uno de nosotros tiene tres partes: un cuerpo, un alma y un espíritu. (véase 1 Tes 5:23)
Cada uno de nosotros es un espíritu; vivimos en nuestro propio cuerpo; y cada uno de nosotros tiene un alma. La humanidad fue hecha a imagen de Dios (Génesis 1:26); y Dios es un Espíritu (Joh 4:24). Por lo tanto, nosotros también somos seres espirituales.
Podemos ver que cada uno de nosotros tiene un alma que está claramente separada y diferente de nuestro espíritu:
Porque la palabra de Dios es viva, poderosa y más afilada que cualquier espada de dos filos, que penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. (Heb 4:12)
A pesar de que el espíritu y el alma están unidos, todavía son partes separadas de cada individuo. Por lo tanto, vivimos en un cuerpo (2 Corintios 5:6, 8) que tiene un alma. El alma es donde habitan las emociones, la voluntad y el intelecto.
Hizo ver que de acuerdo a 3 Juan 1:2, el nivel o grado en que nos prosperará, y/o obtener la salud y la curación de Dios está directamente relacionado con el nivel o grado en que nuestra alma (el pensamiento, el razonamiento parte de nosotros: La Mente) está prosperando?
Ya no os conforméis al modelo de este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente. Entonces podrás probar y aprobar cuál es la voluntad de Dios-su buena, agradable y perfecta voluntad. (Rom 12:2)
Para que nuestras circunstancias y situaciones puedan cambiar una vez que hayamos cambiado la forma en que pensamos sobre ellas. ¿Cómo podemos cambiar nuestros pensamientos? Cuando renovamos nuestras mentes con las promesas de Dios contenidas en Su Palabra, cambiamos la forma en que pensamos acerca de nuestra situación. Y lo que naturalmente sigue es que nuestras emociones y luego seguirán a donde nos lleven nuestros pensamientos.
Dios nos ha dado a cada uno de nosotros el don de la gracia (Ef 2, 8). Por el don de la gracia de Dios, podemos colocar nuestra alma obediente e intencionalmente en el camino de la prosperidad.